Anoche empecé a leer el libro de relatos ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor‘, de Raymond Carver. Lo compré hace algunos meses junto a otros títulos del autor. En concreto, ‘Catedral‘ y ‘Tres rosas amarillas‘.
No sé por qué, decidí dejar este en último lugar. Bueno, en realidad sí que lo sé: no me gustan los libros de tapa dura. Una manía como otra cualquiera. De momento, solo he leído los dos primeros relatos ‘¿Por qué no bailáis?’ y ‘Visor’, pero ya he confirmado una vez más eso de que no hay que juzgar el libro por la tapa, por muy dura que esta sea.
Me gustan los relatos breves. Cuanto más breves mejor. Y en ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’, la extensión de los relatos es algo menor que en las otras dos obras mencionadas. Y eso me encanta.
Además, valoro enormemente la capacidad de contar mucho en poco, máxime cuando los lectores cada vez somos más perezosos, influidos en gran parte por blogs, redes sociales y otros formatos digitales. El futuro literario podría alejarse cada vez más de libros con muchas páginas y, en cambio, acercarse a libros con pocas palabras pero utilizadas de manera tan hábil que cuenten muchas cosas. Sería lo suyo.
Tienes mucha razón en una cosa: aquello que no se puede relatar en pocas páginas, seguro que no está bien escrito.
El relato corto es un arte que debe ser recuperado y que debe ocupar un honor mucho más alto del que ahora tiene: la novela todo lo devora. Pero esta regla de lo sucinto también vale para la novela, que cada vez es más larga, más vacía, más fútil. Hace muy poco acabé de leer una novela con casi 900 páginas. De lejos, le sobraban 500. Y no es pereza de lectura en mi caso: son innecesarias. Y eso acaba aburriendo y, lo que quizá sea peor, aleja a los lectores potenciales. Casi nadie se merienda tochos semejantes que están huecos por dentro.
De todas maneras, recientemente se ha sabido que esa obra maestra del relato corto que estás leyendo se debe más a la poda del editor que al autor: han editado la versión sin pulir y es un casi horror comparada con la depurada técnica del original. Lo que es curioso y es un ejemplo en estos tiempos que corren: menos es siempre más.
Hola, Javi:
Todavía no había entrado (no me mates). Respecto a lo que decís, entiendo que te gusten más lo breve, va a gustos. Por mi parte, prefiero las novelas extensas, una manía también.
Con lo que no estoy en absoluto de acuerdo es con la afirmación de que si no se puede relatar en pocas páginas es que no está bien escrito. Sería la misma barbaridad que afirmar que, en pintura, las dimensiones máximas son 50×75, en consecuencia, a Las Meninas le sobran dos metros.
NO. 😀