Y después de ver pasar por el escenario del Teatro Haagen-Dazs Calderón a Alaska, Mario Vaquerizo, Ana Pastor, Luz Casal o Pablo Rivero, entre muchos otros, me tocó hacerlo a mí. Unas dos horas de espera. O tres o cuatro. No sé. Se me hizo eterno. No porque la gala de los Premios Shangay 2011 fuese aburrida (que no lo fue en absoluto), sino porque con tanto nervio yo ya no sabía ni donde meterme.

Pero entonces llegó Tania Llasera y dijo mi nombre. Y dijo ‘La muerte no huele a nada’. Y ahí que salí yo. Casi sin aplausos… La gente aplaude poco a la literatura. Sobre todo cuando es una literatura que no tiene detrás a un gran grupo editorial o a una cara famosa delante. Así que no podía empezar mi discurso de otra forma, que diciendo eso de “¡Señores, hay que leer más!”.

A continuación podéis ver mi discurso al completo. Sí soy yo. A diario la cabeza no me brilla tanto, pero es que esa noche estaba tan feliz, que me convertí en un gusiluz con traje.

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Y lo dicho, va por Jonás. En realidad toda esta novela ha ido por él. Porque sin él, no habría tenido lugar, ni sentido, ni olor, ni premio, ni nada de nada. Cuatro años ya desde que se fue. Quién lo diría…

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