Cada día utilizamos miles de palabras para comunicarnos con los demás y con nosotros mismos. Con ellas, verbalizamos la percepción que tenemos de todo lo que nos rodea. Ante esto, cabe preguntarnos cuál es la importancia que tiene utilizar unas palabras frente a otras. Mi respuesta es clara: la importancia es enorme. Te explico por qué.
Debates OT: mariconez y arreglada
La edición 2018 del programa ‘Operación Triunfo‘ (TVE) está generando mucho debate a raíz del uso de las palabras. El motivo es que varias concursantes han cuestionado el uso de algunos términos. Por un lado, está el caso de María, que expresó su incomodidad de tener que decir la palabra “mariconez” incluida en la canción ‘Quédate en Madrid’ de Mecano por considerarla homófoba.
Por otra parte, Alba Reche, apoyada por Natalia, dijo durante una de las clases que no le gustaba utilizar la palabra “arreglada” para referirse a maquillarse, ponerse guapa, etc. El motivo es que cuando algo se arregla es porque está roto, estropeado.
Ambos casos han generado un gran debate que gira en torno a si las palabras tienen importancia por sí mismas más allá de la intención con la que se usan y el contexto en el que se utilizan.
Personalmente, me fascina que personas tan jóvenes se cuestionen el lenguaje planteen este tipo de debates. Tenemos tan interioridazas algunas palabras que no nos damos cuenta del trasfondo que pueden llegar a tener y me parece maravilloso que podamos reflexionar sobre ello.
Tus palabras crean tu realidad
En cualquier caso, con las palabras no solo describimos la realidad, sino que también la creamos. Me gusta pensar que cada palabra que digo es una especie de hechizo que estoy lanzando y que se acaba cumpliendo. Y la verdad, es que tal y como yo lo veo, en cierto modo, así es.
Me explico… ¿Recuerdas la fórmula sobre cómo conseguir cambios reales en tu vida? Pues bien, imagina que ante algo que no sale como tú deseas o esperas, te dices a ti mismo que eres un fracasado. Este pensamiento te provoca una emoción que podríamos calificar de negativa y que hará que afrontes próximas situaciones similares con desánimo, inseguridad y menor confianza en ti mismo. Así, las probabilidades de que vuelvas a fracasar aumentan, por lo que estarás cumpliendo esa profecía de que eres un fracasado.
De este modo, si no pones remedio, tendrás pruebas más que de sobra de que eres un fracasado y acabarás adquiriendo una creencia limitante, de la que te será difícil desprenderte hasta que adquieras conciencia y empieces a decirte cosas diferentes.
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¿Qué tal si ante una situación que no sale como deseas, en lugar de decirte que eres un fracasado, te dices que esta vez no pudo ser pero que seguro que en la próxima todo irá mejor? En vez de recurrir al pesimismo y a dudar de tus capacidades, estás fomentando la esperanza y empoderándote para seguir intentándolo. ¿Notas la enorme diferencia?
Exactamente lo mismo ocurre con lo que decimos a los demás. Cuando tenemos influencia sobre una persona, como por ejemplo nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros amigos, etc., tenemos también una gran responsabilidad sobre lo que les decimos, ya que en un momento dado podemos estar hundiéndoles sin darnos cuenta en lugar de ayudarles.
Mucho cuidado, por ejemplo, con las palabras que ponemos detrás de “eres“. Podemos estar colocando una etiqueta que se puede convertir en una gran losa de la que sea difícil desprenderse.
Sé impecable con tus palabras
Todo este debate sobre las palabras no es nada nuevo. Sin ir más lejos, el Dr. Miguel Ruiz habla de ello en el libro Los cuatro acuerdos, sobre cuatro acuerdos de la cultura tolteca para tener una mejor relación con nosotros mismos y con los demás.
Uno de ellos es “sé impecable con las palabras” y hace referencia a que debemos estar muy pendientes y tener cuidado con todo lo que sale de nuestra boca, incluso en esos momentos de ira, desesperación o frustración, en los que a menudo nos dejamos llevar de forma descontrolada.
Por ejemplo, me llama la atención la ligereza con la que decimos “estoy depre” o “estoy deprimido” para aquellos momentos en los que sentimos tristeza. La tristeza es una emoción normal y con una función muy importante en la vida (de ello hablaré más adelante). En cambio, la depresión es una enfermedad real, dura y que necesita de atención médica.
Hablar de depresión cuando lo único que estás es triste, hace que estés magnificando la importancia de lo que estás sintiendo en este momento, llegando incluso a ponerte en una posición de vulnerabilidad.
Así que ese es el reto que te lanzo esta semana: adquiere conciencia de las palabras que usas (verbal y mentalmente), toma nota de aquellas que tienen un sentido negativo y trata de cambiarlas por otras positivas. Si te sorprendes diciendo o pensando “la vida es una mierda”, trata de cambiarlo por “la vida es compleja a veces, pero siempre puede mejorar”.
Imagina que cada cosa que dices es un hechizo que se acaba convirtiendo en realidad. Verás que te resulta más fácil.
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