Contentísima se puso mi Hada Madrina cuando, después de seis años viviendo en el Barrio de Salamanca, le dije que me mudaba a Tirso de Molina. Ya hacía tiempo que me decía que debería vivir en Lavapiés, que para un escritor en busca de creatividad es mucho mejor. Y bueno, no estoy en Lavapiés, pero casi.
Ahora en lugar de abrigos de pieles y peinados cardados llenos de laca, me cruzo a diario con una gran variedad de personas diferentes que solo por verlos caminar deduces que tienen una historia interesante que contar. Tal vez sería buena idea salir a la calle grabadora en mano…
Por lo pronto, ya le he visto el culo tres veces a mi vecino de al lado, un hippie majísimo que el primer día me ayudó a subir las maletas y que logra que su chica tenga unos orgasmos con los que grita como si la estuvieran matando (palabras textuales de otro vecino del patio de luces).
Quién sabe si la inspiración se encuentra en el culo del hippie, en el sexo ruidoso o en el patio de luces escandalizado. El caso es que de los abrigos de pieles y los cardados de laca poco había que sacar.
Nota: Aún estás a tiempo de votar ‘La muerte no huele a nada’ a los Premios Shangay. Puedes hacerlo aquí.
¿libro nuevo? :). En la variedad esta lo interesante
Viva la variedad… 🙂
Bendito el culo del vecino hippie si hace que prontico tengamos una nueva novela tuya 😉
Besos!!
Bueno, aún queda para eso, pero a ver qué pasa. 🙂
¡Besos de vuelta!