Estoy en plena mudanza. Después de cinco años, me cambio de piso. Cinco años dan para mucho, sobre todo para acumular cosas como si de la propia Whitney Houston se tratase. Y es peor todavía cuando, como a mí me ocurre, se tiene facilidad al apego.
Como si de un viaje en el tiempo se tratase, estoy encontrando de todo. Hasta cosas que otros que vivieron en Madrid y ya se marcharon, me dejaron a modo de herencia. Hay un cuenco de cerámica en la cocina que era de Ana María y que está tan desportillado que da hasta vergüenza usarlo. También hay un exfoliante para los pies con olor a mora que me dejó Mónica y que en tres años solo he usado una vez. Supongo que ella lo usó igual de poco, porque el bote está enterito.
Y entre cosas y cosas, me he topado con una vieja agenda del año 2006, en la que apenas hay unas cuantas páginas escritas. Así soy con las agendas, me encantan pero nunca las utilizo. Sabía perfectamente lo que me iba a encontrar en ella. Por eso, ha permanecido cinco años en un cajón, rodeada de rotuladores fluorescentes y portaminas, sin ser abierta.
He pasado por la dedicatoria. Fue un regalo, sí. Un regalo que llevaba de vuelta otra agenda igual. Me pregunto si aquella estará en algún sitio todavía. Me gustaría leer lo que escribí aquel 4 de marzo, cuando se compraron. Luego he caminado de puntillas por las pocas páginas en las que anoté algo. Y entre bocatas de camalares, miedos, ilusiones y proyectos de futuro que se quedaron en garabatos, encuentro lo siguiente escrito el 13 de marzo sobre el master que estaba haciendo en aquel momento:
Módulo de escritura creativa. Me siento muy realizado. Por fin un profesor que me gusta. He escrito varios textos. Todos los he leído en clase. Coge fuerza de nuevo la idea de escribir una novela. Tengo que sacar tiempo para eso.
Tal vez, guardar cuencos desportillados y exfoliantes para pies sea un gran error, pero hay viajes en el tiempo que no tienen precio. Porque aunque duelan un poco, es muy reconfortante saber que a veces los sueños sí que se convierten en realidades. Sobre todo aquellos que forman parte de nosotros de tal manera que no hay mudanza que pueda acabar con ellos.
bufff, eso de tocar las fibras sensibles puede ser peligroso…
No pienso decirte lo mucho que me ha gustado como lo has contado que luego no me haces ni caso 😉
Yo te hago caso SIEMPRE. 🙂
Las mudanzas son un peñazo, se miren como se miren y tambien son un empujón para desechar todas esas cosas que tenemos que son imnecesarias y ¿pa qué?, el presente es lo mejor y los sueños cumplidos eso si que uno se los debe llevar siempre…y COMPARTIRLOS.