Hasta hace bien poco, tener pareja era prácticamente sinónimo de tener una relación monógama. Pero poco a poco han ido dando la cara otros modelos de pareja en los que se contempla posibilidad de tener sexo con otras personas. Me refiero a las relaciones abiertas y permeables.
Pero antes de avanzar en el tema, aclaremos conceptos para que todos sepamos claramente de qué estamos hablando. Las relaciones cerradas son aquellas en las que el sexo se basa en la monogamia o, lo que es lo mismo, en la exclusividad sexual entre los dos miembros de la pareja.
En el otro extremo de la balanza, están las relaciones abiertas, en las que sus miembros mantiene relaciones sexuales con terceras o cuartas personas (vamos, con quien les dé la gana), en base a unas normas que la propia pareja establece libremente.
Y a mitad de camino, nos encontramos con las relaciones permeables, que se caracterizan por que sus miembros tienen sexo con otras personas pero de forma conjunta (tríos, orgías, etc., en la que participan sí o sí las dos partes de la pareja).
¿Qué modelo de relación tiene más éxito?
Ante esta clasificación, cabe preguntarse qué tipo de estas relaciones garantiza un mayor éxito o duración de la historia. Pues muy sencillo: aquí no hay garantías que valgan. En una relación hay tantas variables, que carece de sentido limitar su éxito a cómo se conciben las relaciones sexuales dentro de la misma.
Todos conocemos relaciones de pareja cerradas que han acabado en ruptura por causas ajenas al sexo y en las que han existido infidelidades a pesar de que la monogamia era la norma establecida. Así que vayamos olvidando esa creencia limitante de que las relaciones cerradas garantizan la calidad y una mayor duración de la pareja.
Lo que sí es cierto es que con las relaciones abiertas o permeables existe una mayor probabilidad de que un miembro de la pareja conecte emocionalmente con uno de esos compañeros sexuales, básicamente porque tendrá muchos más que si estuviera en una relación cerrada (al menos en teoría).
Pero esto es como pretender ponerle puertas al campo. Y es que una conexión emocional puede ocurrir con cualquiera en cualquier momento, aunque no mantengas relaciones sexuales: un compañero de trabajo, un amigo, alguien que te presentan una noche…
Prejuicios: ¡eso no es amor!
Más allá de la garantía de éxito que, como he dicho, es inexistente, son muchos los prejuicios y creencias limitantes en torno a las relaciones abiertas y permeables. Tanto es así, que mucha gente no es capaz de hablar ni si quiera con su pareja sobre el tipo de relación que de verdad le gustaría tener, por miedo a que ésta dude de sus sentimientos.
De este modo, o bien se resigna a vivir una relación en la que realmente no es feliz u opta por llevar una doble vida, en la que la falta de honestidad se convierte en un miembro más de la pareja.
Sin ir más lejos, es habitual creer que quien elige una relación abierta o permeable es porque no existe amor dentro de la pareja o porque está en crisis. ¿Dónde está escrito que eso es así?
Todo esto lleva a que se emitan multitud de juicios de valor. Juzgamos, juzgamos y juzgamos sin parar las relaciones ajenas, sobre todo si no son como la nuestra o si se basa en principios que no compartimos.
La solución es clara: debemos dejar de opinar de las relaciones ajena. No hay más. Que cada quien viva las relaciones como quiera, con las normas que decida y con la libertad a la que tiene derecho. Y trabajemos en todos esos prejuicios que no nos dejan avanzar para que podamos disfrutar de relaciones felices.
Si deseas tener una sesión de diagnóstico gratuita para empezar tu proceso de Coaching, no dudes en contactar conmigo.