Recibo muchos e-mails y comentarios de gais que están sufriendo por su orientación sexual. Pero no se dan cuenta de que en realidad lo que les está provocando ese sufrimiento no es su homosexualidad, sino que se están resistiendo a ella. En definitiva, que no aceptan que son gais. Y precisamente ahí es donde está la clave de su felicidad.
Ya he hablado en más de una ocasión de la importancia de aceptar la homosexualidad como primer paso para vivir una vida plena y orgullosa. Hay que tener claro que a todo aquello a lo que te resistes, persiste. De hecho, diría que no solo persiste, sino que se hace mucho más grande.
Cuando hay algo a lo que nos resistimos, nuestra mente empieza a darle vueltas y a alimentarle con nuevos pensamientos cada vez más negativos y catastrofistas. De este modo, lo magnificamos de tal manera que termina convirtiéndose en el centro de nuestras vidas.
Evidentemente, cuanto más grande lo hacemos, más difícil nos resulta pasar a la acción y hacerle frente, por lo que solemos quedarnos paralizados dándole más y más vueltas. Esto, a su vez, sigue haciendo crecer el problema y nos quedamos atrapados en una espiral de la que nos parece imposible salir.
Centrándonos en la homosexualidad, acuérdate de los primeros momentos en los que te diste cuenta de que eras gay. Si en ese momento, hubieras reaccionado con aceptación de una forma natural, inmediatamente habrías pasado a la acción y vivirías con tranquilidad.
En cambio, ¿qué hiciste? Pensar que aquello no te podía estar ocurriendo a ti, que por qué tú, que nunca ibas a ser feliz, que ibas a hacer daño a tus padres, que tus amigos te iban a dejar solo, que ibas a ser un apestado toda tu vida… Así que no querías ser gay. Convertiste un grano de arena en una auténtica montaña difícil de escalar.
Consejos para trabajar la aceptación
Seguro que dirás: “Vale, tengo que aceptar que soy gay, ¿pero cómo lo hago? ¿Por dónde empiezo?”. Veamos pues algunos consejos para que puedas trabajar la aceptación de tu orientación sexual:
- Cálmate: en primer lugar, detén toda esa espiral de pensamientos catastrofistas que te están atormentando y conecta con tu calma interior. Para ello, cierra los ojos, haz una respiración inicial profunda, siente tu cuerpo y fija tu atención en cómo sale y entra el aire por nariz. Sí, estoy invitando a meditar. Desde esta calma te será más fácil hacer todo lo que viene después.
- Deja de ser una víctima: puedes llorar, patalear, quejarte y maldecir una y mil veces, pero nada de esto te va a ayudar a sentirte mejor. Sal de esa posición de víctima y asume que debes ser tú quien tome el control de su vida. Y si no te ves capaz de hacerlo por ti mismo, pide ayuda.
- Detén los juicios de valor: se acabó emitir juicios de valor sobre la homosexualidad. Ser gay no es ni bueno ni malo, como tampoco lo es ser hetero. Así que ha llegado la hora de dejar de adjudicar términos negativos a lo que eres.
- No especules con otros escenarios posibles: eres gay. Y ya. ¿Podrías haber sido hetero? Pues sí. Pero, ¿sabes qué? Que no lo eres. Fantasear con cómo sería tu vida si no fueras homosexual no te va a aportar ningún bienestar. Todo lo contrario. Así que detén esas especulaciones que genera tu mente.
- Neutraliza lo negativo: por cada pensamiento negativo que te surja sobre tu orientación sexual, busca un pensamiento positivo que lo neutralice y busca alguna manera de comprobar que esta nueva idea favorable es real. Por ejemplo, si crees que por ser gay vas a estar solo toda la vida, piensa en algo más positivo como que siendo gay vas a tener tantas oportunidades de tener pareja como siendo hetero y repítetelo tantas veces como sea necesario. Si no te lo terminas de creer, trata de conocer a otros homosexuales que tienen relaciones de pareja felices.
- Date amor: te estás castigando y culpando por no ser como consideras que deberías. Deja de hacerlo y, en su lugar, date amor. Hazlo mediante palabras bonitas dirigidas a ti mismo (puedes hacerlo frente al espejo y mirándote a los ojos), dándote abrazos, conectando con esa emoción amorosa y enviándola a todo tu cuerpo. Comprende que no has hecho ni eres nada malo. Ámate en toda tu plenitud.
Aplica estos consejos de forma continua. No te limites a hacerlo una sola vez, porque te aviso desde ya que entonces no vas a experimentar cambio alguno. Sé persistente. Comprométete con tu felicidad y apuesta por la constancia. Aunque no veas cambios al principio.
Eso sí, si no te sientes capaz de hacerlo por ti mismo, no dudes en pedir ayuda a tu entorno e, incluso, a un profesional. Pero como siempre digo, no recurras a alguien que pretenda curarte la homosexualidad. ¡Ninguna orientación sexual es una enfermedad! ¡Ninguna orientación sexual puede cambiarse! Lo que sí puedes hacer es aceptarla para vivirla con total plenitud. Así que ponte manos a la obra.
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