Uno de mis profesores de escritura me dijo hace años que publicar una novela era como acostarse con Beyoncé. Uno tiene muchas ganas, se lo curra, la invitas a cenar, le alabas el pelazo que tiene y cuando te la llevas al huerto, te das cuenta de que no era para tanto, de que la vida sigue exactamente igual que antes del polvo en cuestión.
En mi caso, con ‘La muerte no huele a nada‘, no eché un polvo con Beyoncé. Tuve una relación con ella, de las de primer amor, con sus mariposas, sus paseos por el Retiro y sus noches enteras de conversación.
Por eso, cuando la relación terminó, me quedé como se queda uno cuando vuelve a dormir solo o cuando sigue haciendo compra para dos aunque ya solo cocine para uno. Como pollo sin cabeza.
He tardado cuatro años y medio superar esta ruptura, en darme cuenta de que puedo volver a tener una relación y de que, tal vez, la clave sea no entregarse tanto. O a lo mejor es que no hay claves y lo único que hace falta es tiempo para poder empezar de nuevo.
Total, que tengo un nuevo proyecto literario entre las teclas. No sé cuánto tardaré en terminarlo, ni si realmente lo terminaré. Pero de momento, la relación fluye. Y si no, al menos, quedaremos como amigos.
Siiiiiii ideas volved, inspiración quédate!